- Newsweek, 14 mayo, 2001 -

 

La religion y el cerebro

En el nuevo campo de la "neuroteologia", los cientificos buscan la base biologica de la espiritualidad. ¿Está Dios solo en nuestra cabeza?

de Sharon Begley - con Anne Underwood

 

Fue una mañana de domingo en marzo. Hace 19 años, mientras el Dr. James Austin esperaba su tren en Londres, observaba un panorama nada fuera de lo ordinario: la sucia estación subterránea, los sombríos edificios y un pálido cielo gris. El neurologo reflexionaba, algo ausente, sobre el anuncio de Budismo Zen frente a él.
Y entonces, repentinamente, Austin experimentó una sensación de iluminación como nunca antes le había sucedido. Su sentido de existencia individual, de apartamiento del mundo físico a su alrededor, se evaporó como rocío matutino en un brillante amanecer. Él miraba las cosas "como realmente son", recuerda. El sentido de "Yo, mío" desapareció. "El tiempo no estaba presente", afirma. "Tuve una sensación de eternidad. Mis viejos anhelos, odios, mi miedo a la muerte y toda sensación de individualidad desapareció. Yo había sido agraciado con una comprensión absoluta de la naturaleza ultima de las cosas".
Llámese experiencia mística, un momento espiritual, hasta una epifanía religiosa, sin embargo para Austin no fue nada de lo anterior. Lejos de interpretar su instante de gracia como prueba de algo mas allá de la comprensión de nuestros sentidos, mucho menos como prueba de una deidad, Austin lo consideró como 'una prueba de la existencia del cerebro'. Como neurologo, él acepta que todo lo que vemos, escuchamos, sentimos y pensamos es mediado o creado por el cerebro. Sin embargo, esta experiencia en la estación subterránea lo inspiró a explorar los cimientos neurológicos de las experiencias místicas y religiosas. A fin de experimentar aquel momento de ausencia de miedos y consciencia de si mismo, algunos circuitos cerebrales debían ser interrumpidos. ¿Pero cuales?, Austin reflexionaba. La actividad de la amígdala, la cual monitorea el ambiente buscando amenazas y registra el miedo, debía desconectarse y dejar de funcionar. Los circuitos ubicados en el lóbulo parietal, el cual nos orienta en el espacio y marca la fina distinción entre nuestra individualidad y el resto del mundo, debía de reducir su actividad. Los circuitos del lóbulo parietal y temporal, los cuales nos permiten experimentar el transcurso del tiempo y generan la auto-consciencia, debían desconectarse. Cuando esto sucede, Austin concluye en un reciente reporte, "lo que nosotros llamamos nuestras 'funciones superiores' de individualidad, parecen disolverse o ser eliminadas de la consciencia. Cuando Austin publicó sus teorías en 1998, en un libro de 844 páginas, 'El Zen y el Cerebro' (Zen and the Brain), no fue publicado por alguna excéntrica asociación de New Age, sino por MIT Press.
Desde entonces, mas y mas científicos se han agrupado en torno a la 'neuroteología', el estudio de la nuerobiología de la religión y la espiritualidad. Todas estas investigaciones comparten una pasión por descubrir los cimientos neurológicos de las experiencias místicas y espirituales, por descubrir qué es lo que sucede cuando sentimos que 'hemos encontrado una realidad diferente de -y en cierto sentido, mas alta- la realidad de la experiencia cotidiana', como lo enuncia David Wulff, psicólogo del Wheaton Collage de Massachusetts.
Actualmente los investigadores emplean modernos sistemas de análisis de imágenes cerebrales para identificar los circuitos cerebrales que incrementan o disminuyen su actividad cuando pensamos que hemos llegado a lo divino, cuando nos sentimos transportados por oraciones intensas, por enaltecedores rituales o por alguna música sagrada.
Producto de la moderna tecnología de rastreo de imágenes cerebrales, se ha encontrado, como se esperaba, que durante experiencias de meditación la corteza prefrontal, sede de la atención, muestra un brillo inusual. El sujeto que experimenta la meditación se concentra profundamente, y un conjunto de neuronas en el lóbulo parietal superior, arriba y atrás del cerebro, se torna mas oscuro de lo normal. Esta región, conocida como el área de orientación y asociación, procesa información sobre el tiempo, el espacio y la orientación del cuerpo humano en el espacio. Esta región determina donde es que el cuerpo termina e inicia el resto del mundo. Específicamente, el área izquierda crea la sensación de un cuerpo físicamente delimitado; el área derecha crea la sensación de espacio físico en el cual el cuerpo existe. El área de orientación requiere del ingreso de datos sensoriales para hacer sus cálculos. "Si bloqueas la entrada de información a esta región, tal y como lo haces durante la intensa concentración de una meditación, estas evitando que el cerebro efectúe las distinciones entre el cuerpo y el resto del mundo", nos dice Andrew Newberg, investigador de la Universidad de Pennsylvania y autor del libro "¿Porqué dios no se irá?" ("Why God Won´t go Away?"). Sin información proveniente de los sentidos, la región izquierda del cerebro que procesa el sentido de orientación no puede encontrar ninguna frontera o limite entre la propia individualidad y el resto del mundo. Como resultado de esto, al cerebro no le queda otra opción mas que "percibir al ser como interminable e íntimamente entrelazado con todos y con todo", como lo menciona Newberg en su libro.
"Sentí una absoluta comunión, una apertura a experimentar una consciencia de la presencia de Dios alrededor de mí, asi como una sensación de quietud, de nadidad repleta de la presencia de Dios permeando mi ser".
Esta es la descripción que la hermana Celeste, una monja Franciscana, proporciona después de la oración de 45 minutos que realizó, experiencia que fue analizada por Newberg con el equipo mas moderno de rastreo y monitoreo de actividad cerebral. Durante sus momentos religiosos mas intensos, cuando ella experimentaba la presencia de Dios y una completa absorción de su propio ser dentro de la divinidad, su cerebro mostró cambios como aquellos que observados por Newberg en meditadores Budistas Tibetanos: la región cerebral que percibe la orientación espacio-temporal se volvió mas oscura.
El hecho de que una experiencia religiosa se refleje en la actividad cerebral no es tan sorprendente, después de todo. Todo lo que experimentamos, desde el sonido de un rayo hasta la vista de una mascota, una sensación de miedo y el pensamiento de un castillo, deja una huella en el cerebro. Sin embargo, la Neuroteología está llegando mas lejos que simplemente afirmar que las experiencias religiosas dejan huellas en el cerebro, ya que está señalando concretamente las áreas y regiones cerebrales involucradas en las experiencias espirituales, asi como también rastreando como es que surgen dichas experiencias.
Por otro lado, el hecho de que una experiencia tenga su explicación a nivel neuronal no significa que dicha experiencia exista 'sólo' en el cerebro, o que sea solo parte de una actividad cerebral sin una realidad independiente. Pensemos en la experiencia "pay de manzana". La región olfativa del cerebro registra el aroma de la canela y la fruta. La corteza somatosensorial procesa la sensación crujiente en los labios y la lengua. La corteza visual registra la imagen del pay. Recuerdos de pays pasados (la cocina de la abuela, la panadería de la esquina) activan las cortezas asociativas. Un neurocientífico con algo de tiempo disponible podría efectuar un rastreo de nuestro cerebro inmerso en la experiencia 'pay de manzana'. Pero esto no niega la realidad del pay de manzana. "El hecho de que ciertas experiencias espirituales pueden ser asociadas con diferentes actividades neuronales no necesariamente implica que dichas experiencias sean meras ilusiones neurológicas", insiste Newberg. "Es riesgoso afirmar que las experiencias espirituales son causadas por la actividad cerebral, ya que de lo contrario se podría pensar que los cambios neurológicos que experimentamos al disfrutar del pay de manzana son los que causan que este exista". A final de cuentas, nos dice Newberg, es que "no hay forma de determinar si los cambios neurológicos asociados con la experiencia espiritual son los que crean esa experiencia… o si estamos frente a la percepción de una realidad espiritual".
De hecho, algunas de las mismas regiones cerebrales involucradas en la experiencia 'pay de manzana' lo están también en las experiencias religiosas. Cuando la imagen de una cruz, o de una torah, dispara una sensación de devoción religiosa, lo que sucede dentro del cerebro es que la región visual - asociativa entra en acción interpretando y conectando lo que se observa con ciertas emociones y recuerdos: el individua ha aprendido a vincular esas imágenes con esos sentimientos.
Las visiones que surgen durante la oración o los rituales son también generadas en el área de asociación del cerebro: la estimulación eléctrica de los lóbulos temporales, los cuales se agrupan a los lados de la cabeza y hospedan los circuitos que son responsables del lenguaje, del pensamiento conceptual y las asociaciones, produce las visiones.
La epilepsia de los lóbulos temporales - caracterizada por una estimulación eléctrica anormal en estas regiones- pueden llevar esto a los extremos. Este padecimiento parece disparar vividas visiones religiosas y la audición de voces del tipo Juana de Arco. Se piensa que Dostoevsky, San Pablo, Santa Teresa de Avila, Proust y otros habrían padecido de epilepsia en los lóbulos temporales, dejándolos obsesionados con los asuntos del espíritu.
Sin embargo, hasta la gente que se describe a si misma como no espiritual puede llegar a ser conmovida por ceremonias religiosas y liturgias. He aquí el poder del ritual. Sonidos de tambores, danzas, encantamientos, todas estas manifestaciones de misticismo y espiritualidad implican la concentración de la atención en una sola fuente de estimulación sensorial. Asimismo, estos eventos evocan poderosas respuestas emocionales. Esta combinación - atención enfocada excluyendo otros estímulos sensoriales, y respuestas emocionales muy intensas - es clave, ya que manda a varios sistemas cerebrales a una actividad muy intensa, tanto como lo hace la sensación de miedo intenso. Cuando esto sucede, explica Newberg, una de las estructuras cerebrales encargadas de mantener el equilibrio, el hipocampo, "activa los frenos": inhibe el flujo de señales entre las neuronas, como una agente de transito evitando que entren mas autos a una avenida afectada por congestión vehicular.
El resultado es que ciertas regiones cerebrales son privadas de flujo neuronal, como el área de orientación, la misma región que baja su actividad durante la meditación y la oración. En este estado, sin entrada de información sensorial, el área de orientación no puede llevar a cabo su función de mantener un sentido de donde el cuerpo termina y donde empieza el mundo exterior. Debido a esto es que los rituales y liturgias pueden llevar a lo que Newberg llama "suavizar las fronteras del ser", y a un sentido de unidad espiritual. Cantos suaves y repetitivos, melodías litúrgicas y las oraciones rituales susurradas parecen ejecutar su magia de la misma manera: activan el hipocampo y bloquean el trafico neuronal a ciertas áreas del cerebro, perdiendo este su capacidad de percepción del sentido del ser, abriendo la puerta a estados de esa unidad absoluta que es el objetivo de los rituales religiosos y místicos.
De todos los éxitos que los científicos esta logrando en su búsqueda de los fundamentos biológicos de las experiencias religiosas, espirituales y místicas, seguramente un misterio permanecerá lejos de su alcance. Ellos podrán rastrear la experiencia trascendental y las sensaciones de lo divino a lo largo de nuestra materia gris, pero es muy probable que ellos nunca resuelvan la mas grande interrogante: si es nuestro cerebro el que crea a Dios, o es Dios quien ha creado nuestro cerebro. Lo que cada quien crea al respecto es, a final de cuentas, cuestión de fe.

Con Anne Underwood © 2001 Newsweek, Inc.